
Casi todos los padres con los que hablo se quejan de que el número de sesiones de estimulación que se le ofrece a su hijo es escasa. Sin embargo, cuando les pregunto acerca de qué hacen con ellos en relación a las situaciones de la vida cotidiana, casi siempre confiesan que no dedican el tiempo suficiente para poder aprovechar la situación, siempre por ignorancia del inmenso potencial que estas situaciones poseen.
Desde aquí queremos analizar qué funciones cognitivas se ponen en juego en actividades tales como lavarse las manos, comer, beber, encender las luces y otras tantas que pueden parecer demasiado humildes como para considerarlas dignas de formar parte de un programa de estimulación.