Cada vez se habla con mayor alarma del número creciente de adolescentes y preadolescentes que mantienen una actitud violenta con sus padres hasta cotas inaguantables.
Algunos autores asimilan la figura materna como la consentidora, la placenta nutricia más allá de la gestación, incapaz de decir ¡no! El padre representaría la autoridad, la asimilación de las nomas morales.Ambos roles ayudarían a fomar niños sanos emocional y psicológicamente. ¿Qué ocurre si este binomio se rompe? Por supuesto que hay madres con la autoridad suficiente como para introducir en sus hijos las normas morales y sociales convenientes de convivencia, y padres capaces de dar dulzura. Pero una cosa sí es cierta, cada vez hay más mujeres que deben hacer frente a la educación de los hijos solas, lo que supone un sobreesfuerzo importante. A la vez que dan amor, comprensión, cariño y cercanía, deben saber hacer cumplir las reglas, poner límites, ofreciendo un entorno seguro y confortable. ¿Difícil? Mucho, pero nadie dijo que ser buenos padre-madre fuera fácil aunque no es imposible. El mayor peligro está en parejas divorciadas real o psicológicamente que no dejan de pugnar entre sí utilizando al hijo como arma arrojadiza, intentando comprar su amor o calmar su ira con zalemas.
Acaban de publicar un libro, cuyo compendio podéis ver en este enlace, llamado "Violencia invertida", donde se expresan las posibles causas de que cada vez más niños ejerzan la violencia contra sus padres. Si como dicen la adolescencia es una canción que se canta desde la cuna, no estaría mal echar un vistazo a este libro y aprender de los errores de otros para cuando nuestros hijos sean más mayores.
Con fuerza, amor y sentido común lo conseguiréis.
