lunes, 19 de septiembre de 2011

Los cuentos de hadas, una educación emocional

Desde los años 70 los llamados cuentos de hadas han sufrido un menosprecio incomprensible. Tachados de violentos, sexistas o estúpidamente fantasiosos, se les ha hecho desaparecer o se han reescrito para, según decían, adaptarlos a los niños de los nuevos tiempos.
Quien así procede ignora que los cuentos llamados de hadas han sido transmitidos por vía oral a través de los tiempos con grandes similitudes de temas en diferentes culturas. Esto sólo puede significar una cosa: que son útiles para enseñar a vivir. Su lenguaje es metafórico porque habla al inconsciente, y sus personajes son arquetipos que pueden ayudar para resolver un problema.
Todos los cuentos, igual que los dibujos animados, no son para niños, algunos son útiles para la iniciación a la adolescencia e incluso en nuestra adultez pueden servirnos de guía en momentos de crisis. Por lo tanto es bueno conocerlos y comprender su mensaje antes de contarlos por simple entretenimiento.
Parece que en la actualidad se comienza a retomar la importancia del cuento de hadas ¿Es casualidad que el cine vuelva a ocuparse de cuentos como Caperucita o Alicia en el pais de las maravillas y próximamente Hansel y Greter? Pienso que no. 
Cuando un niño tiene un cuento favorito es que se identifica con el problema planteado al protagonista, y precisa que se lo cuenten muchas veces a fin de interiorizar la solución del problema.
Para quien quiera profundizar en la comprensión del sentido de los cuentos existen al menos dos libros recomendables:
Mujeres que corren con los lobos. Clarissa Pinkola Estés

sábado, 3 de septiembre de 2011

Primer día de cole. Cómo mitigar la angustia

Comienza septiembre y con él el cole.
Para muchas familias significa la primera vez que sus hijos se separarán del círculo familiar para acudir a la escuela. Resulta duro tanto para el hijo o la hija como para los padres que los deben dejar en manos cariñosas pero extrañas. La escuela es un cosmos nuevo para el niño de la que sus padres no forman parte. Debe dejarse cuidar por personas desconocidas, entablar relaciones con otros niños, esperar turno, y otras muchas cosas a las que quizás no esté acostumbrado. Todo ello provoca desazón en no pocos niños que se traduce en falta de apetito, llantos incontrolados cuando pierden de vista a sus padres y alteración del sueño.
Es cierto que existe un periodo llamado de adaptación para que el primer contacto sea lo más suave posible. Si visitamos una escuela infantil durante el mes de septiembre vemos que ese periodo es el tiempo que lo niños no paran de llorar. Quizás el periodo de adaptación sea el tiempo en el que el niño acaba por comprender que aunque llore su llanto no causará el efecto deseado de que la presencia de sus padres se materialice y sea izado en sus brazos fuera del recinto escolar.
Me pregunto si no habrá otro modo de iniciar la andadura en la escuela.
Propongo un modelo por si las escuelas infantiles quieren adoptarlo, no cuesta más trabajo y puede ahorrar algunas lágrimas.