domingo, 19 de diciembre de 2010

Cómo usar las actividades de la vida cotidiana como estimulación temprana

Cuando nos dicen que nuestro hijo o hija precisa estimulación, como padres preocupados que somos queremos conseguir el máximo tiempo de atención posible para él o ella por parte de los especialistas. Es lógico, pero por mucho que nos puedan ofrecer siempre será un tiempo limitado de horas frente a la cantidad de tiempo que pasan con sus padres. Se nos olvida que la vida cotidiana ofrece múltiples oportunidades para estimular su desarrollo con el valor añadido de que hacernos hábiles en ellas supone una mejor integración en el medio.
Casi todos los padres con los que hablo se quejan de que el número de sesiones de estimulación que se le ofrece a su hijo es escasa. Sin embargo, cuando les pregunto acerca de qué hacen con ellos en relación a las situaciones de la vida cotidiana, casi siempre confiesan que no dedican el tiempo suficiente para poder aprovechar la situación, siempre por ignorancia del inmenso potencial que estas situaciones poseen.
Desde aquí queremos analizar qué funciones cognitivas se ponen en juego en actividades tales como lavarse las manos, comer, beber, encender las luces y otras tantas que pueden parecer demasiado humildes como para considerarlas dignas de formar parte de un programa de estimulación.


Antes de nada me gustaría asentar algunas ideas que me parecen fundamentales.
  • Todos los niños necesitan estimulación, no sólo los que sufren un trastorno o están en riesgo de padecerlo, aunque estos últimos precisan una intencionalidad más clara y precisa.
  • No os sintáis culpables porque no estéis las horas que vuestro hijo esté despierto aplicando el programa que os hayan facilitado los profesionales que los tratan. Para ser eficaces, al igual que el leñador debe parar de cortar para afilar el hacha, debemos de darnos tiempo de simple observación dejando que el pequeño dé rienda suelta a sus posibilidades psicomotrices. Si observamos sin angustia podremos intervenir en el momento adecuado para insertar algún elemento nuevo en su actividad.
  • La situación en la que actuemos con nuestro hijo no debe parecerse en nada a una rígida situación de gabinete psicopedagógico. Debe estar gobernada por el buen humor, el amor y el gusto por estar juntos. Es importante no hacer de estos momentos una obligación sino una devoción.
  • Recordar que la prisa es nuestra peor enemiga y la de nuestros hijos. Todos necesitamos tiempo para darnos cuenta de algo o poder realizar lo que nos proponemos, ellos más, pues sus destrezas están aún por desarrollar. Por tanto concedámosles el tiempo suficiente para descubrir y realizar, y a nosotros para disfrutar de sus adquisiciones.
  • Nunca hay que menospreciar el papel que las escuelas infantiles juegan en la estimulación y desarrollo de sus pequeños alumnos. Hay quien regatea la asistencia de su hijo a la escuela infantil porque prefiere mantenerlo entre gabinetes, restándole la posibilidad de desarrollar sus potencialidades entre niños de su edad y la de aprender en situaciones naturales que sirven para la vida cotidiana. Una cosa no debe excluir a la otra, incluso para niños con espectro autista que presentan una dificultad específica para el aprendizaje vicario (por imitación a partir de observar a otros) es muy recomendable que acudan a la escuela infantil. La interacción con otros niños  mediante la intervención de un adulto con unas pautas claras de funcionamiento es fundamental para su integración en un medio normalizado(1) 
Sería imposible hacer un análisis exhaustivo de todas las actividades que se pueden realizar en un día cualquiera, así que intentaré destacar aquellas que son más usuales.

Encender y apagar la luz.
A casi todos los niños les gusta darle al interruptor. En un primer nivel primará el gusto por la sensación de darle al interruptor. En esta tarea esta trabajando la coordinación ojo-mano de una forma divertida y natural. Podemos ir un paso más allá y hacer que asocie el acto de accionar el interruptor con la oscuridad o la luz, de esta forma estará comenzando a desarrollar su capacidad de relacionar causa y efecto. Es un gran avance cognitivo y no sólo una manera de fundir las bombillas.

Lavarse las manos.
En el lavado de manos se da una independización del eje de simetría, ya que mientras una mano realiza una actividad, como por ejemplo accionar el mando del grifo o presionar el dosificador del jabón, la otra está quieta y en una posición diferente. Además estamos ante una actividad que requiere una secuencia y eso precisa un nivel de memoria superior. Así, primero remangarse. Segundo, accionar con una mano el dosificar del jabón y poner la otra debajo para recoger el gel. Tercero, abrir el grifo. Cuarto, frotarse las manos, para lo cual se necesita un movimiento de coordinación con ambas si queremos lavar el dorso, lo que lo complica más la acción. Quinto, enjuagarse. Sexto, cerrar el grifo. Séptimo, secarse.
Memorizar la secuencia supone un esfuerzo. Para memorizar una secuencia lo mejor es dejar que haga sin ayuda el último paso, después el penúltimo y así sucesivamente, dándole el tiempo suficiente para que recuerde lo que viene a continuación. Este mismo sistema se usa para aprender a quitarse ropa o ponérsela, pues también se trata de movimientos secuenciados.

El baño y el esquema corporal
Es interesante aprovechar la hora del baño para repasar el esquema corporal a la vez que desarrollamos vocabulario y cumplimiento de órdenes: frótate el pie, ahora el otro. Date en la barriguita, la mano, etc.

Comer entero
Cada vez es más frecuente ver que se retrasa el momento de comer sin triturar porque comen menos cantidad y tardan más tiempo. En este mundo donde la prisa es la reina, conceder el tiempo necesario para que el niño aprenda a manejar los cubiertos, a masticar y deglutir convenientemente es un problema para la familia.
Desde el año de edad los niños pueden comenzar a comer algunos alimentos blandos lo cual es estupendo para que se vayan acostumbrando a diferentes texturas, así como a poner en funcionamiento sus dientes.
Masticar y mover el bolo alimenticio con la lengua supone el desarrollo de la musculatura orofacial lo que nos ahorrará muchas horas de logopedia para conseguir las praxias.
Comer en la mesa con los papás también estimula la atención y la imitación. El niño se fija en lo que hacen los mayores, sobre todo si se come despacio y acentuando las acciones que hagamos para que repare en ella y nazca la necesidad de imitar. No hay que olvidar que los padres son su modelo y su punto de conexión con el mundo.
Comer con los dibujos animados y la madre metiendo la cuchara a paletadas en la boca de su hijo no es la manera de aprovechar la hora de la comida como medio de desarrollo personal y social.

Beber de un vaso
Beber de un  vaso supone un ejercicio de coordinación importante pues hay que mover las manos lo justo para que se introduzca en la boca la cantidad necesaria. Al comienzo, los niños no lo hacen pues no lo coordinan, la respuesta no es darle de beber en biberón o en botellita con dosificador, sino enseñarle. Con paciencia y sosteniendo el vaso por la base para mostrarle el lento movimiento de volcado necesario.
Nadie dice que aprenderán de un día para otro, pero lo cierto es que nunca aprenderán si no los ponemos y, lo que es más importante, les estaremos negando un ejercicio buenísimo de coordinación psicomotriz,  muy útil para la vida cotidiana.

Ayudar a poner la mesa
Desde que un niño tiene autonomía en la marcha y puede llevar al tiempo objetos en las manos y es capaz de comprender órdenes simples, puede ocuparse de llevar objetos a la hora de comer, por ejemplo las servilletas porque no entraña peligro de corte y no es pesado. Esta actividad se irá complicando conforme vaya aumentando su desarrollo cognitivo. Es estupenda para desarrollar vocabulario, conceptos de cantidad (coge cuatro servilletas), y espaciales (ponlo al lado de... ponlo encima de... etc.), e incluso el concepto de cantidad (somos cuatro y llevas cinco cucharas, ¿te sobran o te faltan?). Se puede ver cuán rica es esta actividad para aprovecharla en la estimulación de nuestros hijos y no relegarla a una obligación pesada de descarga de las faenas hogareñas de los progenitores.

Mirarse al espejo.
Reconocerse en el espejo es una acción que nos sitúa entre los seres inteligentes de este planeta. El sentido de identidad, el nacimiento del yo, surge de ese reconocimiento del sí mismo. Cuando lo vestimos o peinamos o intenta peinarse, es bueno aprovechar para que se mire en el espejo. Podemos ponerle la toalla sobre la cabeza para que se vea e intente quitársela, así comprobaremos que establece la relación entre sus sensaciones corporales y la imagen del espejo.
Es importante que no le digamos "mira el niño" o mira (su nombre) para evitar que cuando se vea en el espejo diga "el nene" o se nombre a sí mismo por su nombre. Es importante propiciar la aparición de la palabra yo, si le cuesta se lo enseñaremos. Eso sin olvidar que el concepto de yo surge alrededor de los 3 años, así que no hay que pedir resultados inmediatos.

Jugar.
El juego es la actividad en la que un niño ocupa el 80% de su tiempo y es tan importante que merece una entrada estelar en nuestro blog. En cualquier caso, quisiera dar unas pinceladas sobre la manera de crear situaciones gratificantes que puedan servir en el desarrollo de los pequeños. Hay que recordar algo muy importante: el juego siempre debe ser divertido, y lo será si está dentro de los intereses y habilidades del niño. Introduciremos elementos de un nivel más alto paulatinamente y siempre que vaya acompañado de los estímulos lo suficientemente agradables como para que le resulte atractivo, en otro caso no será juego, sino trabajo.
Juegos psicomotrices que van desde el gateo: jugamos a los perritos. El balanceo en brazos o en columpio. Jugar a caballito. Andar en superficies blandas o saltar. Subir al tobogán. Montar en triciclo comenzando por el correpasillos (por favor, buscad uno que sea lo suficientemente bajo como para que le descansen los pies en el suelo), enseñándole a que alterne los pies para darse impulso. Jugar a la pelota. Si no le gusta porque no puede seguirla, cambiad la pelota por globos.
Juegos perceptivo-motrices: insertar objetos de determinada forma en su lugar, accionar discos giratorios, soplar papelitos, jugar con pompas de jabón (el soplo es un ejercicio muy bueno para desarrollar las praxias orofaciales implicadas en el lenguaje). Apilar objetos de forma que los más pequeños queden insertos en el de mayor tamaño. Asociar objetos, ejemplo taza y plato del mismo color, cuando jugamos a las casitas.
Juegos de imitación: cantar canciones acompañadas de movimientos simples que pueda ejecutarlos el niño. Dar palmas, ponerse la mano en la boca para tirar besos o para jugar a los indios.
Juego simbólico: "hacer como si" es la base del juego simbólico. Como su nombre indica supone que el niño ha conseguido sustituir el objeto real por otro que lo representa. Jugar a los caballitos como si la pierna del adulto fuera un caballo. Dar de comer a la muñeca como si fuera su mamá o papá. Usar un calcetín como si fuera una marioneta. Desplazar un taco de plástico o madera como si fuera un coche mientras hace el ruido del motor.
Al margen de esta raquítica muestra de juegos no hay que olvidar que cualquier situación puede convertirse en un medio estupendo para estimular su desarrollo.

(1) las pautas de tratamiento puede darlas en caso necesario la persona especializada en atención temprana inserta en el EOE especializado de su provincia:
E.O.E. Especializado de Almeria   950 00 45 79
E.O.E. Especializado de Cádiz      956 00 68 87
E.O.E. Especializado de Córdoba 957 37 97 05
E.O.E. Especializado de Granada 958 02 90 10
E.O.E. Especializado de Huelva   959 65 03 13
E.O.E. Especializado de Jaén       953 36 66 41
E.O.E. Especializado de Málaga  951 03 80 68
E.O.E. Especializado de Sevilla    955 62 46 06

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