
Estudios recientes han relacionado el apego inseguro con problemas de conducta en niños y adolescentes. De tal modo que los trastornos graves de conducta pueden tener su base en una dificultad del entorno y del niño para crear el apego que éste necesita.
La escuela infantil no está al margen de responsabilidad en cuanto a la instauración de un apego adecuado. Las profesionales al cargo deben tener la suficiente formación en este sentido como para detectar problemas y saber cómo afrontarlos. Un niño sano tiene una conducta confiada, atenta, cariñosa y plácida. Un niño con un apego inadecuado es errático, caprichoso, agresivo, también puede mostrarse lento e inseguro.
No hay que olvidar que la tutora del niño en la escuela infantil es una figura de apego, y como tal puede y debe hacer mucho por la salud emocional de sus tutorados. Una figura de apego que provoque seguridad debe ser coherente a la vez que consistente, no puede aprobar y desaprobar la misma cosa según su estado de ánimo, tampoco debe defraudar no haciendo lo que dice sin una razón obvia. Además es importante la actitud de estar asequible al niñ0. A veces con una mirada, una sonrisa o mandando un beso con la mano es suficiente, no es preciso siempre un contacto físico directo, aunque como es lógico, depende de la edad del niño. Una actitud represiva-castradora o pasiva-evitativa abandonará al niño a sus miedos sumiéndole en un mundo hostil. Por el contrario la actitud firmeza-cariñosa sustentará emocionalmente al niño, pues éste sabrá que cuenta con alguien que le va a dar lo que realmente necesita porque le quieren y no por un simple deseo de satisfacer el capricho para que le deje en paz. En este sentido los niños son verdaderos sabios provocando al adulto para comprobar la calidad de su cariño.
Manteniendo esta actitud será más fácil contribuir desde la escuela a que el día de mañana tengamos más adultos sanos emocionalmente