
El tratamiento que los dos presentadores daban al tema fue
sólo el preludio monocorde de lo que después dirían los oyentes invitados a dar su opinión. Los participantes se quejaban de la dificultad para padres y abuelos para recogerlos antes de terminar la jornada laboral, y que no servía
para nada más que para que el profesorado se adaptara a volver a trabajar
después de sus largas vacaciones. Un presentador decía que para evitarse el periodo de adaptación llevó a sus hijos con meses y que dijo que no le era
posible recogerlos antes de agotar la jornada completa.
No entender lo que para un niño significa cambiar su
entorno, sus hábitos, pasar del núcleo familiar a ser uno más entre 8, 15
o 20, si son bebés, o tienen uno o dos años respectivamente, o 25 a los tres
años, significa no tener la más mínima sensibilidad. Que los padres trabajan,
lo sabemos. Pero lo que no comprendo es que no haya voces que se alcen razonablemente
buscando la verdadera conciliación familiar, en lugar de sólo pedir que sus
hijos estén en los centros educativos jornadas de adulto explotado.
Los ciudadanos de países sudamericanos como Argentina,
Chile, etc., se escandalizan, y con razón, de nuestra forma de relacionarnos
con los niños. Parece que en nuestro país a algunos les cuesta ver en los
pequeños a seres vulnerables y que dependen de los adultos para alcanzar
satisfactoriamente su madurez en todos los niveles, pero sobre todo en el
emocional. Me espanta pensar en qué clase de cínicos se convertirán estos niños
criados por estos hedonistas padres.
Ser padres no es fácil, nadie dice lo contrario, significa sacrificio y entrega, pero compensa cuando se contempla
el resultado. Saberse responsable de que tu hijo se convierta en un ser maduro
y feliz hace olvidar cualquier sinsabor. Pero en nuestro tiempo
todo se rige por la inmediatez, por la autocomplacencia, por el camino más
corto y fácil. Si no se quiere sacrificio lo mejor es no tener hijos.
Espero que nuestro país sea un lugar donde los niños se
sientan protegidos, queridos, aceptados, comprendidos y no se convierta en un lugar difícil
por su incapacidad para mostrar empatía para con los más pequeños, que precisan, más
que nadie, de seguridad emocional.
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