La escritora Carmen Posadas escribía en el semanal de un periódico nacional un artículo en forma de ironía-protesta, sobre el absurdo a lo que se puede llevar la participación de los padres en la educación de sus hijos
Según esta autora la escuela infantil a la que su vecina llevaba a su hijo le había hecho vestir de amarillo porque era el día del huevo.
No sé si la anécdota es verdadera, pero nos hace reflexionar sobre el papel de los padres en la educación de sus hijos y la implicación explícita que los educadores les pedimos.
Hay padres que se quejan de que desde la escuela les "exigen" que les lean a sus hijos determinado cuento y hagan algún dibujo referente. Los educadores ven normal que hagan esto los padres pero qué pasa si éstos no lo ven, si lo realizan, no como un modo de disfrutar con su hijo aprendiendo el uno del otro, sino como un deber.
Para mi todo lo que se haga entre padres e hijos como actividad conjunta debe llevar una disposición adecuada, sin prisas, sin imposiciones. Que sea realmente educativo y esencial y no frívolo. Hay madres que se ilusionan preparando un disfraz para su hijo pero no leyendo con él un cuento.
Podemos entrar en si es nuestra labor educar a los padres, pero en cualquier caso es cooperar con los padres en la educación de los más pequeños sin imposiciones por ninguna de las partes pero sí con mucha sintonía y sentido común
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