Con los calores del verano el curso llega a su fin. Es tiempo de recargar pilas.
Para los padres es el momento de vivir intensamente la convivencia con sus hijos. No perderse ni un segundo de ese maravillosos proceso que es el crecimiento y maduración de sus pequeños, sobre todo de tomar consciencia para ejercer como apoyo y facilitador de experiencias enriquecedoras.
Para el profesorado es hora de hacer balance, renovarse por dentro y llenar el depósito de paciencia y cariño para derramarlo sin límites llegado el nuevo curso.
Quiero dar las gracias a todos aquellos con los que he tenido el privilegio de relacionarme este curso. A los padres que con su amor y valentía siguen haciendo los equilibrios necesarios para dar a sus hijos los mejor de ellos mismos.
A los profesores (profesoras en su mayoría), porque son un ejemplo día tras día de amor y paciencia, comprensión y dulzura en esa dificilísima tarea de atender a 8 bebés, o 13 casi bebés de 1 año, o a 20 pequeñines exploradores de 2 años. Hay que ser una verdadea maga para conseguirlo.
A los pequeñines que siempre reciben con abrazos y sonrisas cualquier gesto de aceptación.
También a los abuelos. Qué pasaría sin esas solícitas abuelas y abuelos que anteponen el bienestar de sus nietos al suyo propio, que les cuentan cuentos, les enseñan juegos estupendos y tienen todo el tiempo para escuchar lo que sus nietos tienen que contarles.
A los compañeros de atención temprana que potencian el desarrollo en los niños con más problemas.
A todos, gracias. Espero que nos encontremos el curso próximo con fuerza renovada.