miércoles, 6 de julio de 2011

Conciliación de la vida familiar y laboral

“La energía que el hombre y la mujer dedican a la producción de bienes materiales aparece cuantificada en todos nuestros índices económicos.  Pero la energía que el hombre y la mujer dedican a la producción, en sus propios hogares, de niños felices, sanos y seguros de sí mismos, no cuenta para nada en ninguna estadística. Hemos creado un mundo trastornado” 
                                                       John Bowlby

Comenzamos con una frase rotunda del precursor de la teoría del apego porque nos hace pensar sobre la realidad de nuestros niños.
La incorporación de las mujeres al trabajo fuera de casa, la crisis económica o el gusto por una vida acomodada, hace que las jornadas laborales se alarguen en detrimento de la vida familiar a pesar de que la ley dé cada vez más cobertura.
Pero la verdad es que los niños jamás han estado antes tanto tiempo desde edades tan tempranas debiendo compartir atención y cuidados en competición con otros niños de la misma edad y necesidades en situación estructurada.
Estamos en un mes tradicionalmente vacacional para los niños, pero las escuelas infantiles estan llenas, y cada ves más instituciones de recreo, llámense club sociales o gimnasios, ofertan atención a los pequeños en forma de actividades lúdicas, mientras los papás trabajan.
También observamos con perplejidad que existen familias que pudiendo dedicar más tiempo a sus hijos prefieren dejarlos en estas instituciones en aras de una supuesta mayor sociabilidad, desarrollo mental, etc.
No les interesa saber que las relaciones tempranas moldean el cerebro. Karl A. Menninger, psiquiatra norteamaericano decía, lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad. ¿Si les damos desapego qué recibiremos?
Una verdadera conciliación familiar pasa por posibilitar que los niños tengan la atención cuidadosa de unos padres amorosos, maduros, capaces de satisfacer las necesidades físicas, afectivas y emocionales de sus hijos por un periodo nunca menor a dos años. Para conseguir esto necesitamos el clamor de una sociedad consciente que comprenda la necesidad y quiera hacerla posible.

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