Los niños
que pueden desarrollarse en un entorno en contacto con el cuerpo materno, en el
que su madre está a disposición y donde se le deja desarrollar sus
potencialidades desde la confianza y la paciencia, se crían más seguros y
capaces que quienes deben lidiar con largas separaciones de los progenitores,
donde las normas se imponen a las necesidades personales y donde el contacto
físico es mecánico y esporádico.
Hay madres
que pudiendo desarrollar una crianza natural no lo hacen, y no por comodidad
sino por miedo. El mundo es hostil y si ellas no “endurecen” a sus hijos cuando
estos deban entrar en la rueda social (jardín de infancia, colegio), temen que
no estén preparados y que sea aún más traumático.
Esta forma
de actuar es debida a la propia educación que hemos sufrido nosotros. A la
mayoría nos sometieron a una crianza cultural donde los horarios, en definitiva las obligaciones
de los adultos recaen sobre el niño. Así nos hemos hecho una idea de que
venimos a un mundo frío y hostil, del que hay que protegerse, y cuanto antes
nos endurezcamos para hacerle frente mejor, y por supuesto esto va también para
nuestros niños.
La
diferencia es criar a un niño sano o neurótico. Decía Freud que todos, en la
medida que seres civilizados, somos neuróticos. Un niño cuyas necesidades
afectivas son atendidas puntualmente, con cariño, de forma diferenciada, sin
coartar sus emociones, comprenderá que tiene un sitio en este mundo, se sentirá
afectivamente satisfecho y por lo tanto seguro y pleno. Podrá vivir sus
emociones y cuando sea adulto no tendrá que reprimirse esperando así obtener la
aprobación de los demás, lo cual no es más que un síntoma del niño enfermo que
llevamos dentro.
¿Un niño
sano puede ser feliz en una sociedad enferma? De hecho no hay nada que moleste
más a nuestra sociedad neurótica que un niño emocionalmente sano. Pero urge dar
un giro a esta sociedad y no hay más remedio que empezar por abajo, los niños.
Hay que comenzar a subvertir el índice de socio-neuróticos por emocionales
sanos. La enfermedad se contagia pero también lo hace la salud, y cuantos más
humanos emocionalmente sanos haya, mucho mejor.
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