lunes, 25 de enero de 2016

No es más que un sueño

Con la frase "no es más que un sueño" intentamos serenar a un niño que acaba de tener una pesadilla. Cuando somos adultos la usamos para desechar algo por irreal e ilusorio.
Sin embargo los sueños son una fuente de conocimiento, incluidas las pesadillas. Se puede conocer los sentimientos, aspiraciones o miedos de alguien a través de sus sueños, y por consiguiente también los de nuestros niños.
A partir de los tres años, el niño materializa sus inseguridades en forma de pesadillas cada vez más elaboradas.
En los sueños también se reflejan las aspiraciones, los conflictos por resolver, las dudas, los deseos.
El mundo onírico es quizás  la parte psíquica más rica.
Los pueblos primitivos creían que mediante los sueños, los hombres se ponían en contacto con la divinidad.
En los sueños se manifiestan los arquetipos y los símbolos que nos son comunes a toda la humanidad y que ayudan a expresar aquellas facetas que aún no las tenemos resueltas o que ocupan más directamente nuestra vida psíquica. A pesar de esto cada ser tiene su propia cosmogonía por lo que hay que dejar la interpretación en manos de expertos.
También expresan la clase de estímulos a los que estamos sometidos. Así un niño que contemple escenas violentas tendrá sueños más violentos. Aquellos con imaginación desbordante vivirán en sus sueños las epopeyas que la realidad no les deje. En familias fracturadas por divorcio, ausencia o muerte, los niños pueden tener sueños donde se manifieste sus miedos, fragilidades o compensaciones frente a su problema.
Escuchemos los sueños de nuestros niños aunque no sepamos darle un sentido, dejemos que nos hable su subconsciente y hagamos que ellos lo escuchen porque es una fuente inagotable de conocimiento.

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