En Barcelona dos niños de 5 años abandonan el colegio, van hasta la estación de ferrocarril, toman un tren y viajan más de media hora hasta que levantan las sospechas de un pasajero que alerta a los mossos
Enseguida saltó la polémica. ¡Cómo dos niños de cinco años pueden abandonar el colegio sin ser vistos! ¡Cómo durante el trayecto que hicieron hasta la estación cogidos de la mano nadie los detuvo ni preocupó que andasen solos por la calle con tan corta edad! ¡Cómo una vez en el vagón no llamaran la atención de nadie a excepción de un solo viajero! ¿Qué pasa con los adultos, cómo es posible que la "tribu" se despreocupe de los más vulnerables?
La polémica esta servida entre los que propugnan una educación desde la responsabilidad, en la que se intenta que el niño sea capaz de autorregularse, consciente del compromiso que contrae para ayudar en su seguridad, en la medida de sus posibilidades, y los que opinan que los adultos a cargo son culpables de cualquier situación que se pueda dar.
Por supuesto que los niños deben estar en un entorno seguro, a salvo de intromisiones y situaciones indeseables, pero a veces no se puede controlar todo porque en la vida existen los imprevistos, y es ahí donde hay que educar en la responsabilidad. Por supuesto que un centro no debe tener sus puertas abiertas a cualquier hora sin control, pero también se debe alertar a los niños para que no abandonen el centro si encuentran una puerta abierta por cualquier circunstancia, porque los mayores se van a preocupar por ellos, ya que puede ser peligroso que los niños pequeños vayan solos por la calle.
Hallar el equilibrio para alertar sin infligir miedo, evitando crear niños asustadizos e inseguros, no es tan difícil si actuamos desde la serenidad, el diálogo y la confianza.
Parece ser que el niño protagonista de la aventura quería llevar a su amiga a su casa para enseñarle sus juguetes. Para él no existía riesgo "porque sabía ir". La familia del niño parece que no ha presentado denuncia alguna por la presunta negligencia del centro, en cambio si lo hizo los padres de la niña. Tenemos claramente escenificadas las dos actitudes: control frente a autorregulación-responsabilidad. Es preciso un equilibrio de ambas.
La educación es un equilibrio de fuerzas entre lo que aporta el educador y el educando. Es imposible en todos los casos prevenir todas las posibilidades por eso hay que alertar, enseñar estrategias para que el menor sepa qué hacer si se encuentra en una situación difícil, al tiempo que debe conocer los límites y respetarlos.
Es por esto que nos decantamos por un control para presentar un entorno seguro, por supuesto, pero también hay que buscar la cooperación de los menores, enseñarles a que sean capaces de autorregularse, a hacerse responsables poco a poco, a actuar desde la prudencia, no desde el miedo.