sábado, 21 de mayo de 2016

MALTRATO INFANTIL: HERIDAS EMOCIONALES

Cuando aparecen en los medios de comunicación noticias acerca de un menor maltratado nos da un vuelco el corazón, como no podía ser de otro modo. Esos malos tratos normalmente son físicos, los más fáciles de detectar: hematomas, arañazos, quemaduras, huesos rotos... Aunque veces no siempre responden a un maltrato real.
No obstante los malos tratos emocionales dejan cicatrices casi indelebles en la personalidad de quien los sufre y, aunque no son tan fáciles de detectar, no dejan lugar a duda de su existencia.

Una de esas heridas es el abandono. Un niño abandonado no sólo es quien se cría en una institución pública, el caso más grave y que puede acarrear problemas de conducta y personalidad, sino aquel cuyos padres no le ofrecen disponibilidad. Niños que quizás tengan cerca físicamente a sus progenitores, pero no le ofrecen la atención, el apoyo, la calidad de su tiempo disponible. Estos niños denotan inseguridad, rabietas cuando se quedan solos, piden desesperados la cercanía o los brazos del adulto. Si ese abandono es más grave no denotarán emoción si los padres se marchan o aparecen en su entorno, seguirán haciendo lo que hacían sin prestarles atención, respondiendo de la misma manera que lo hacen con él. 
De mayores estos niños temerán los compromisos afectivos por miedo a volver a ser abandonados. Su autoestima se verá dañada. Serán inseguros, y temerán las responsabilidades familiares, sociales o laborales a lo largo de su vida.
La traición. Sentirse traicionado por quien es lo más importante para ti es muy duro. El niño al que se miente, al que se le prometen cosas que se olvidan sistemáticamente, al que se manipula para conseguir puntualmente lo que se quiere de él no podrá confiar fácilmente en los demás. 
De mayor jamás confiará en una palabra dada, "la gente miente siempre buscando su propio provecho", pensará. Según su personalidad puede convertirse en un controlador absoluto para evitar traiciones o se verá involucrado en una rueda de traiciones para dar cumplimiento a la creencia de que la gente, ni siquiera él mismo, es confiable.  
El rechazo es otra herida que no cicatriza fácilmente. La niña que debió nacer niño, o ese niño con maneras poco masculinas para el gusto de su entorno social. El niño no deseado o aquellos que hagan lo que hagan no logran la aprobación de sus padres. Son niños tímidos, algo asustadizos. Rechazan toda aquella actividad que les huela a reto, a medirse con otros o con la propia tarea, a destacar y a tomar decisiones por no asumir el riesgo de fracaso que conlleva. 
De mayores estos niños pueden buscar la aprobación de los demás al coste que sea, incluso de sí mismos. También pueden envolverse en el halo de falsa superioridad derivada del rechazo (te desprecio antes de que tú me lo hagas a mi).
La humillación provoca un cúmulo de emociones que hieren profundamente. Usar el insulto anula, mucho peor cuando se realiza en público: "eres lo más tonto que existe", "eres un ser inútil", no llores que todos van a ver lo feo que te pones, llorón, llorica... No somos conscientes de lo mucho que hieren las palabras, es mentira que se las lleve el viento, dejan graves heridas en el alma. Someter a alguien a una crítica constante, machaca, debilita y consigue que la persona no confíe en sí misma, en sus posibilidades, que no se crea merecedora de reconocimiento, que sea recelosa ante el halago. Es quitarle lo más preciado que tiene: a sí misma. 
De mayores los niños humillados repetidamente no buscarán grandes metas. Al mismo tiempo serán hipercríticos consigo mismos y con los demás. Su necesidad de no ser cogidos en falta, de no cometer errores les llevará a mantenerse siempre en constante tensión que le impedirá disfrutar de lo que hagan, incluso de la vida. 
  
La severidad como rigor excesivo a juzgar la conducta, la rigidez en la norma, provoca en el niño el sentimiento de injusticia, y por ende le precipita al rencor. Mentirán para evitar el castigo recelosos de su propia conducta, por si acaso ha obrado mal. Estará muy pendiente de dar la respuesta que cree que los demás esperan de él. Tendrá doble moral y le será difícil actuar desde la lealtad a su propia persona.
De mayor será rehén de sí mismo, de sus planteamientos, de sus planes, de sus decisiones. El adulto que de niño fue tratado con fría dureza no admite la frescura, el dejarse fluir con los acontecimientos, le será muy difícil adaptarse a ellos. Será especialmente duro con quien se comporte de forma natural y que deje brillar su propia luz. No soporta a la gente dúctil, aquella para quien la vida no es una pesada carga sino una fuente de disfrute.
Debemos estar muy atentos a las heridas emocionales. No podremos crear una sociedad sana con niños emocionalmente enfermos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario