viernes, 29 de noviembre de 2013

A qué juega tu hijo

El juego para el niño no es sólo una fuente de placer, sino la manera natural de completar su desarrollo a través de la relación con el mundo físico, social y emocional.
Los niños sanos van quemando etapas de su vida evolutiva a través del juego, siendo éste el mejor test para descubrir el nivel donde se encuentran en cualquiera de sus facetas: psicomotriz, cognitiva, socio-emocional, etc.
A partir de los 3 meses su cuerpo es su juguete preferido, les proporciona todo un universo de sensaciones, que poco a poco se transformarán en percepciones a descubrir. Dominarlo y conocerlo es su principal tarea. Es el momento de lo que Piaget llamó "reacciones circulares primarias". El bebé reproduce una y otra vez de forma intencional un movimiento casual que le ha supuesto placer.
De 3 a 9 meses, gracias al desarrollo de la coordinación psicomotriz, el niño comienza a relacionarse con los objetos, los toca, los golpea, los chupa, los tira. Su actividad comienza a descentralizarse para volcar su atención sobre el mundo físico de los objetos. Si estamos atentos a su juego podemos ayudar a su desarrollo. Cuando el niño tira el objeto y alguién se lo devuelve se divierte como si de un juego de magia se tratara. En esta edad no tiene adquirida la permanencia del objeto, es decir cuando éste desaparece de su vista deja de existir, por eso es mágica su reaparición. No es extraño que lo repita hasta saciar la paciencia de sus cuidadores. Sin embargo para el bebé esta diversión se lo proporciona la persona que coopera con él, lo que fortalecerá su vínculo, sin olvidar que gracias a la cual desarrollará la permanencia del objeto, algo básico para la vida intelectiva. De hecho sabremos si por fin tiene permanencia del objeto cuando tardamos en devolvérselo y comienza a buscarlo y a señalar el lugar donde se encuentra.
Con el gateo y la marcha autónoma, comienza la etapa de la exploración del espacio gracias al control muscular. Comenzará a descubrir cómo funcionan las cosas: abrir y cerrar puertas, abrir grifos, la llave de la luz. Busca el principio de causalidad: "esta acción provoca tal reacción". Es el momento de abrir cajones, sacar lo que haya dentro, abrir cajas, es decir explorar el mundo.
Alrededor de los dos años comienza la fascinación por el movimiento: saltar, subirse a la cama, al sofá, los columpios, y sobre todo desplazarse sobre ruedas: los correpasillos, los cochecitos. En esta época se da un salto cualitativo en la mente humana: el juego simbólico: Realizar una acción imaginada usando un objeto "como si" fuese otro, por ejemplo coger un objeto alargado y llevarlo a la oreja como si fuera un teléfono, tratar al muñeco como si fuera un bebé, jugar a ser un perrito, etc.
Conforme vaya dominando la coordinación y pueda modularla, al niño le gustarán objetos que impliquen movimiento: pelotas, globos, burbujas de jabón, superficies elásticas sobre las que saltar, etc.
A partir de los tres años el juego se hace más y más simbólico gracias al desarrollo del lenguaje y a la capacidad representacional: dibujar, mirar libros, jugar  a desempeñar roles y profesiones será su manera de ir integrando el mundo social que culminará en el juego reglado que comienza sobre los 5 y se implanta a partir de los 6 o 7 años.
Un niño sano hace este recorrido por el mundo del juego. Un desajuste puede implicar un problema en su desarrollo. Estemos atentos.

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