Termina marzo y con él nos roban una hora de sueño que nos devolverán en octubre. Así dicho no parece grave pero son cada vez más las voces que señalan las alteraciones que sufren los pequeños en este cambio horario.
El sueño lo regula la luz que influye a su vez en la producción de las hormonas que regulan el ciclo vigilia - sueño. Cuanta más luz más vigilia, porque el tronco cerebral segrega serotonina relacionada con el estado de alerta. Con la oscuridad habrá más segregación de melatonina que provoca la sensación de cansancio y sueño.
Pues bien, desde que Franco quiso alinearse con su amigo Hitler dejamos de regirnos por la franja horaria que nos correspondía por meridiano para hacerlo por el de Alemania. El resultado es que de abril a noviembre tenemos las tardes más largas de Europa y nos levantamos de noche.
Esto nos afecta a todos pero sobre todo a los niños. Se vuelven irritables, somnolientos, no sólo porque los acostamos con sol sino porque alteramos sus horarios de comida y todo por capricho de unos pocos.
Se dijo que íbamos a volver al horario de Inglaterra pero nadie dice de hacerlo, se ve que con el Brexit mejor no juntarse mucho. Mientras, nuestro metabolismo sufre. Pero hay que seguir como podamos el tren de vida impuesto.
Se dice que los niños se adaptan a todo y es verdad, pero eso no significa que no lo sufran. Los padres y los cuidadores deben ser conscientes y armarse de paciencia ofreciendo un periodo de adaptación suficiente para que el metabolismo se vaya adaptando poco a poco. Así que tendremos que estar preparados y comprender a nuestros pequeños en la adaptación metabólica que supone este cambio horario.
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