lunes, 16 de noviembre de 2015

Educar con inteligencia emocional

Educar es algo más que mandar a los niños a un buen colegio, o inculcarles las normas sociales.
 Una buena educación pasa por
.- Ser capaz de automotivarse, sin dejarse anular por lo positivo o negativo que nos pase.
.- Saber posponer las recompensas, sabiendo que si aguardamos podemos conseguir algo mejor.
.- Tolerar la frustración, sin dejarse irritar o arrastrar por el pesimismo si algo no sale conforme lo deseamos.
.- Control de las emociones, es decir gestionar las emociones sin dejarse raptar por ellas, pero tampoco reprimirlas. A las emociones hay que darles cabida en nosotros pero si las gestionamos bien su carga energética podrá ser aprovechada para encontrar soluciones adecuadas en lugar de sentirnos embargados por los sentimientos.
.- Por último mantener una comunicación adecuada, sin silencios culpabilizadores, ni recriminaciones sin fin o rabietas, sino ser asertivos. Decir lo que no nos gusta y lo que esperamos del otro, a la vez que ejercemos la empatía de ser capaces de ver la situación desde el punto de vista del otro.
¿Es posible que los niños logren alcanzar este nivel si conviven con educadores (maestros y padres) que a su vez no han logrado desarrollar una inteligencia emocional adecuada?
Evidentemente no. La mejor manera de educar es con el ejemplo. Si los niños se desarrollan en un espacio que rezuma inteligencia emocional podrán desarrollar la propia y con ella no sólo alcanzar mayor éxito en la vida sino ser más felices.
Unos padres emocionalmente inteligentes hablan de qué sienten con naturalidad. No castigan llevados por la frustración o el nerviosismo. No premian para conquistar al hijo sino para reconocer su esfuerzo. Comprenden las emociones de sus hijos e intentan enseñarles a manejarlas con éxito. Jamás se dejan arrastrar por malos entendidos ni dejan una situación conflictiva que se cierre en falso. Son sensibles al lenguaje no verbal. No dan nada por supuesto ni sacan conclusiones a la ligera dándolas por verdades.

¿Difícil? Puede. ¿Imposible? Desde luego que no. Lo seguro es que vale la pena el esfuerzo.

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