
No me quiero
sustraerme a traer un ejemplo real sobre el tema.
El otro día
un niño de unos cinco años le decía a otro un poco mayor que él -“si juegas
conmigo te doy un regalito”-, a lo que el otro accedió gustoso. En esto que la
mamá del receptor del regalo se levantó muy indignada y le dijo a la mamá del
regalador que su hijo era un manipulador
y que por lo tanto se veía obligada a cortar toda relación con ella y su hijo.
Si esto
fuera un caso aislado no sería alarmante, siempre ha habido y habrá gente un
tanto alterada, pero lo complicado es que cada día hay más. Lógico, por otra
parte, si pensamos que tenemos mucha información de todo tipo que no siempre
estamos en condiciones de digerir. Por eso cuando surge una noticia de malos
tratos, abusos, etc., las quejas, suspicacias, o denuncias se multiplican.
También he asistido a una situación en la que una madre le decía a otra que su
hijo era un maltratador porque había respondido físicamente a una broma muy
pesada que le habían gastado sus compañeros de juegos.
No me
molestaría si esto implicara a los adultos, allá cada cual con su nivel de inteligencia emocinal, pero
el problema es que recae directamente en los niños cuando aquellos están
implicados directa o indirectamente en la crianza de los pequeños.
Por favor,
cordura. Parémonos a reflexionar y no disparemos palabras simplemente porque se
oyen mucho últimamente, ya que se puede hacer mucho daño, y no solo a los otros
sino a nuestros propios niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario