Tener un niño con problemas para alimentarse da bastantes quebraderos de cabeza a los padres y provoca no pocas consultas a los pediatras. Es normal, al apetito lo tenemos relacionado con la salud, y esto es un aspecto capital en la crianza.
En ocasiones se trata de niños inapetentes, a los que hay que engañar o entretener para que coman sin necesidad de que presten una colaboración muy activa en su nutrición. Otras veces son niños que tienen un apetito selectivo, es decir, sólo les apetecen determinados alimentos. Otros pequeños no aceptan dejar las papillas o los biberones y rechazan la comida si no está triturada.
Intentaremos analizar qué puede estar pasando en cada una de estas situaciones y qué podemos hacer al respecto.
Hay que decir que casi todos los niños pasan por algún episodio de inapetencia y en muchas ocasiones se da en la crisis de los tres años. Los niños a esta edad pasan por un momento crucial en su desarrollo en la que se preparan para dejar atrás su etapa de bebés. La inapetencia, las pesadillas y la rebeldía pueden darse con mayor frecuencia a esta edad.
El problema viene cuando perciben que su falta de apetito angustia a la madre y pueden manipularla a partir de su negación a comer. Gestionar una situación de inapetencia sin perder los nervios, si es durante un periodo prolongado y sin que se trate de un síntoma asociado a alguna enfermedad, es todo un reto.
Yo muchas veces digo que en esta batalla ellos saben siempre si van a ganar. Nos delata el miedo en nuestros ojos en los que se columpia la pregunta ¿y si no come ni hoy ni mañana ni pasado, qué hago? En ese momento ellos tienen la sartén por el mango y saben que claudicaremos. Es el momento de que coman en el comedor del colegio o con otra persona que no sea la madre. Esta separación puede ser beneficiosa para madre e hijo y recuperar así el equilibrio en la relación.
Hay niños que cuando abandonan el biberón parece que nunca tuvieran hambre. Algunas madres hablan de que precisan darles de comer a sus hijos mientras estos ven la televisión y normalmente son ellas las que les dan de comer, aunque tengan edad de colaborar pinchando con el tenedor o usando los cubiertos. No son pocos los casos en los que la madre vuelve a recurrir a darles biberón aunque estén en edad de beber en un vaso para que, al menos hagan un buen desayuno y cena. Asimismo la comida triturada se extiende en ocasiones más allá de los tres años porque así comen más, y los padres exigen que sigan el mismo patrón los profesionales de la escuela infantil.
En estos casos tendremos que analizar primero si somos padres ansiosos que queremos que coman más rápido de lo que son capaces o nos molesta que manchen si intentan alimentarse por sí mismos. Con este tipo de padres los hijos suelen hacerse apáticos, la comida deja de ser un nuevo hito a conquistar para ser un motivo de regañina por hacer las cosas mal. En este caso tendremos que corregir esto, los niños tienen que explorarlo todo, también la comida (ojo, hablamos de explorar no de juguetear), y deben ir poco a poco acostumbrándose a nuevos sabores y modos de comérselos.
Puede ocurrir que por nuestro afán de que coman no dejamos el tiempo suficiente entre comidas como para que sientan hambre. A muchos de los niños que veo en las escuelas infantiles se les da un biberón de cereales a las 8 u 8,30 de la mañana, a las 10 se les da la merienda: un poco de fruta y alguna galleta y a las 12 es hora de almorzar. Muchos de estos niños comen por reflejo condicionado, es decir porque es la hora y es lo que toca, pero no llegan a sentir el bienestar de saciar una sensación real de hambre. En estos casos dejar que sean ellos los que pidan de comer, saltándose si es preciso algún aperitivo, puede ser la manera de que actúen de una forma más activa con la comida.
Hay niños esnobs a la hora de comer, prefiriendo “gusanitos” o cualquiera de estos alimentos a la comida, lo que hace que sus padres les den un “gusanito” o galletitas entre cucharada y cucharada. Yo siempre pregunto quién fue el primero que le dio a comer los “gusanitos” o las galletitas, normalmente son padres a los que les gusta la comida prefabricada y se defienden diciendo que los “gusanitos”, por ejemplo, son comida y no chucherías.
No hay que olvidar que a los niños se les “hace el paladar” poniéndoles en contacto con diversos productos, cuanto más diversos, sanos y equilibrados mejor.
La comida es un momento de regocijo pues saciamos una necesidad. Si además se hace con alimentos apetitosos, agradables al gusto al olfato y a la vista mucho mejor. Si los padres disfrutan comiendo los niños desfrutarán con la comida. Si los niños ven que sus padres comen con apetito toda clase de productos ellos lo harán porque vienen programados para imitar, sobre todo a las personas a las que están emocionalmente unidas. Para ello es muy conveniente que se siente toda la familia a la mesa y hacer de ese momento una ocasión de intercambio, amor y gozo.
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