El control de esfínteres, tanto anal como vesical, marca un hito en el desarrollo del niño, uno más entre muchos. Sin embargo para muchas madres tiene una importancia inusitada.
Hay madres que se jactan de que sus bebés lo hacían en el orinal con sólo un año. Otras se manifiestan frustradas porque no lo consiguen. La frustración puede convertirse en desesperación cuando se acerca el momento de entrar en el segundo ciclo de la educación infantil. En los coles de infantil y primaria no hay personal para ocuparse expresamente de la limpieza de los niños y la falta de control de esfínteres podría suponer un problema en la escolarización.
¿Cuándo y cómo acometer la enseñanza del uso del aseo sin que resulte penoso para los niños?
En primer lugar hay que decir que el control de esfínteres es una oportunidad más de mantener una relación adecuadamente afectuosa con el bebé. Un niño al que se le exige un control para el que no está preparado obtendrá la idea de que las personas de su entorno, las que son más importantes para él, quedan frustradas por su incapacidad sin que pueda hacer nada para modificar esa situación. Asimismo el momento del cambio de pañales es un momento de relación intensa bebé – madre o bebé – cuidador, si se sabe hacer.
Con nuestra colaboración pasa de una situación de disconfort a otra placentera. En ese momento el bebé se vuelve más comunicativo, parlotea, sonríe, siempre que se le hable con agrado. Es un momento tan intenso como el de la toma.
El momento oportuno de comenzar a enseñarle a usar el orinal o el váter es cuando está maduro para relacionar la sensación que siente con la acción de expulsión y puede manejar durante un corto periodo de tiempo la contracción del esfínter.
¿Cuándo es esto? Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo. Puede extenderse hasta el último tercio del segundo año de vida. Insistir para que lo consiga cuanto antes no es más que la manera más segura de inocularle angustia y algún problema físico si se le mantiene largo tiempo sentado esperando a que el pipí o la caca “aparezcan”. Nunca he comprendido a esas madres que toman como un éxito personal que sus niños con un año ya lo hagan en el orinal. Ante cualquier logro hay que plantearse el precio que pagamos por ello, y éste nunca debe sobrepasar a aquél.
Una atención excesiva en el acto de control puede derivar en estreñimiento que puede acompañarse de conductas más o menos extravagantes como un caso en el que un niño de 5 años sólo podía hacerlo si se mantenía con los pantalones puestos y otro caso de un niño de ocho que sólo lo hacía detrás de una cortina en el dormitorio de los padres.
Existe el caso contrario. Madres a quienes parece que nunca es el momento oportuno para que el niño comience a usar el servicio. Mientras que las del caso anterior suelen ser madres rígidas y exigentes en este caso son madres negligentes o ambivalentes que pueden responder con un cachete por cualquier cosa y reírle las gracias ante comportamientos inconvenientes.
Cuando un niño está maduro para conseguir un comportamiento adecuado hay que enseñárselo con paciencia y amor pues cada logro consigue aumentar su autoestima. De esta manera al compararse con los niños de su edad puede ver que consigue hacer lo mismo que los demás y eso es un motivo de orgullo.
En caso de que un niñito sobrepase la edad indicada y aún poniendo de su parte se comprueba que no consigue controlar sus esfínteres es conveniente consultar con el pediatra. Un chequeo será imprescindible para descartar algún posible problema físico.
Hay niños que con el nacimiento de un hermanito vuelven a hacérselo encima. Es su manera de protestar por verse desplazado por alguien que obtiene muchos cuidados por, precisamente, su inoperancia ante el autocontrol. En este caso hay que conducirse con mucha sensibilidad. Hay que comprender que nos pide atención pero de forma inadecuada. Será el momento de reflexionar si le estamos dando la atención suficiente y de reforzar lo mucho que lo queremos porque estimamos sus muchas capacidades que no tiene el bebé. De esta forma se sentirá admirado por sus habilidades y querrá seguir poniéndolas en práctica.
Si el control nocturno se retrasa es posible que aún no haya conseguido segregar la hormona antidiurética. Usando un lenguaje apropiado a su edad y comprensión hay que explicarle que no es ninguna vergüenza, que en su caso ese control se dará más tarde pero que llegará antes o después.
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