jueves, 19 de agosto de 2010

¿Problemas para dormir?

Hay niños que parece que cuanta más actividad tienen menos necesitan dormir. Otros que se despiertan en la noche, parlotean y luego se duermen sin requerir la presencia de los padres. Otros en cambio lloran hasta que consiguen levantar a los padres y los consuelan. Otros que sólo se duermen si se acuestan con ellos su padre o su madre. Otros que duermen como marmotas y otros que requieren poco tiempo para tener las pilas recargadas. Y es que somos personas diversas con necesidades diversas. El problema aparece cuando estas necesidades colisionan con la de los progenitores o éstos piensan que pueden desembocar en malos hábitos que impidan un desarrollo posterior sano ¿cómo discernir qué está dentro de lo tolerable y qué habría que cambiar?

Un niño sano, sin problemas neurológicos, va a mantener su ritmo circadiano normal, es decir va a sentir sueño al anochecer y se despertará al amanecer. Normalmente puede que hasta los tres años necesite una siesta después de comer. El sueño nocturno se hará sin interrupciones, normalmente a partir de los seis meses más o menos. ¿Si no ocurre así estamos ante un trastorno del sueño? Puede que sí o puede que no. Para dilucidarlo tendremos que analizar el caso concreto.

En primer lugar los niños son muy sensibles a los cambios de horarios. No podemos cambiarle el horario de sueño cada fin de semana simplemente porque nos apetece estar fuera más tiempo. Si se hace así los padres y los niños pagarán un precio por ello.

Los niños nerviosos parecen no cansarse nunca y cuanta más actividad realicen más parecen necesitar. A estos niños, una actividad moderada con actividades que posibilitan una relajación muscular paulatina y rematar la tarde con un baño y la cena, mientras se eliminan estímulos estridentes como la televisión y se bajan las luces, les viene genial.

¿Qué hacer cuando nos piden acostarse con nosotros? Resulta curiosa la controversia que suscita esta situación. La mayoría de las personas, incluso los profesionales de la psicología, desaconsejan que se haga esto pues los niños se acostumbrarían y entonces “estarías perdido”, suelen decir. Lo cierto es que un niño sano, con un desarrollo afectivo adecuado puede necesitar en un momento dado el calor de los padres, pero rechazarán la incomodidad que supone dormir habitualmente entre dos cuerpos pesados que oprimen, y ellos mismos pedirán marcharse a su cama, sin más, sin traumas ni problemas edípicos, al menos ésa es mi experiencia y me parece que cada uno tendría que partir de la suya antes de aventurar hipótesis y teorías. Puedo decir que cuando los padres son emocionalmente estables y no buscan provocar una situación de desamparo en el hijo para hacerse imprescindibles, los hijos buscan su independencia también en su propia cama.

Alrededor de los tres años a los niños les cuesta marcharse a la cama, es cuando empiezan los rituales: dame agua, mi osito quiere que le cantes, cuéntame un cuento, etc. A esta edad son más conscientes de la separación que supone el sueño y se resisten a ello. Es muy importante que en todo momento los niños se encuentren afectivamente seguros. Sentir que sus padres les atienden y no demuestran estar deseando que desaparezcan en su dormitorio, ayuda mucho. Dedicarles un tiempo acompañándoles en el tránsito hacia el sueño les ayudará a sentirse relajados y esto les ayudará a dormirse.

Hay niños muy sensibles a cualquier ruido y no sólo a ruidos de voces o golpes. Cuando un niño se despierta en la noche sin motivo habrá que tener en cuenta si no es algún sonido lo que lo provoca. Evitar los ruidos blancos, aquellos que hacen algunos radiadores por ejemplo, será fructuoso en caso de niños hipersensibles.

Esta vida de estrés que nos fabricamos en la que hacer una sola cosa cada vez ya nos parece que es perder el tiempo y en la que los niños desde muy pequeños ya tienen agendas apretadas, no es propicia para irse a la cama con la suficiente relajación. El estrés se contagia por el tono muscular, estamos tan acostumbrados a estar estresados que la mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de ello. Aprendamos a relajarnos para relajar a nuestros hijos.

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